jueves, 23 de noviembre de 2017

Despedida.

Me había olvidado de lo que es sentirse libre un 5 de noviembre,
sin compromisos fatídicos que acaban en polvos, de madrugada, celebrando mentiras con una brisa helada.

Hace un año de lo mejor de mi vida, de que mi cuerpo reaccionara y empezara a quitarse las cadenas que tanto me ha costado destrozar.
De dejar de sentir. De volver a vivir.

Hoy soy yo la que te escribe, que esos últimos días, donde mataste por fin lo que me estaba destrozando el corazón, me colocaste una armadura para luchar contra ti, y has perdido.

Puedes guardar tu espada, tus poemas llenos de palabras bonitas que ni siquiera son arte, porque no cuentan pasado, ni presente, ni futuro.
Déjame a mi seguir escribiendo, sangrando el dolor que ya apenas existe, por lo menos lo mío es real.

Conseguiste quitarme de en medio en tu camino, para seguir pinchándote con las espinas de tus rosas, me echaste al mío propio sin control y en vez de quedarme parada, yo sí seguí avanzando.
Has perdido, porque yo tengo siempre unos brazos que me ayudan a levantarme si me caigo y me curan los rasguños que me hago y que me hiciste. Son los míos.

Y ya no te quiero, por no querer, ni verte.
Ni sentirte cerca, no quiero pensarte.
No quiero tener los restos de mis cadenas dentro, por eso me despido;
Gracias por demostrarme lo fuerte que soy y lo débil que te has hecho.